El lenguaje es lo que nos diferencia de los
animales. En algún momento el hombre se hizo hombre ante la imposibilidad de
satisfacerse plenamente. Se dio cuenta de que necesitaba del otro, lo
necesitaba para conseguir comida, objetos, para sobrevivir, etc… Y necesitó
inventar el lenguaje para poder socializar e insertarse en una cultura creada
simultáneamente con este lenguaje. Un lenguaje que miente, o mejor dicho, que
dice lo que puede, decía que lo inventó ante la no satisfacción para
satisfacerse algo, ese resto que queda entre lo que el sujeto quiere
(satisfacerse plenamente) hasta lo que puede decir (no puede decir, lo que
quiero es acostarme con todos/as, quedarme toda la comida, que se vaya quien me
molesta, o que muera para que no me moleste más porque la cultura no lo
aceptaría) es lo que forma el inconsciente, es donde todos empezamos a ser neuróticos,
sería como estar enfermos de insatisfacción, y esta enfermedad la padece el ser
humano social. Por eso el sujeto habla de lo que no es, porque lo que es no lo
puede decir, se apila en un no saber, que es un saber inconsciente construido
en el lenguaje no dicho. Desde esta perspectiva yo diría que el hombre negocia
con el Otro-cultura su porcentaje de satisfacción.
Entonces si decimos que nos insertamos en la
cultura a través del lenguaje, podemos decir que la cultura nos
acoge/acepta/atrapa/quiere a través del
lenguaje. Esto lo hace desde antes de que seamos siquiera concebidos, cuando
piensan un nombre para un hijo futuro, ese sujeto no nacido ya está siendo
conocido, nombrado, fantaseado, ya está en el campo del lenguaje, ya se abre un
hueco para él en el ecosistema cultural, y se le va a empujar a que cumpla esa
fantasía (a que haga propia la fantasía del otro). Es lo mismo que decir que
está siendo deseado, y lo está siendo en el momento en que es nombrado,
hablado. Y es que el inconsciente se estructura, como sabemos, como un
lenguaje, y el deseo desea a través del mismo. Así que hablábamos al principio
justamente de que el hombre necesitó hablarle al otro para sobrevivir, y nunca
mejor dicho: en los experimentos que se hicieron con recién nacidos a los que
se proveyó de los cuidados básicos pero no se les habló se produjo la trágica
muerte de los bebés. De este modo podemos decir que necesitamos ser deseados,
queridos, hablados, y todo esto por medio del lenguaje, aun diciendo lo que no
es a quien no es.
Y a través de este lenguaje estructuramos
nuestro mundo, en base a nombres, esquemas y clasificaciones. Y es que estos
enrevesados párrafos anteriores venían a introducirnos sobre la importancia de
poder nombrar, de darle un significado a los significantes. Porque lo que no se
puede nombrar, lo desconocido, angustia. Cuando lo podemos nombrar sentimos que
lo conocemos, porque lo podemos manejar y clasificar en nuestro mundo,
atraparlo y colocarlo en nuestra realidad, aunque lo que sucede es
paradójicamente lo contrario, en el momento que lo nombro mediante el lenguaje
(que dice lo que no es), lo estoy desproveyendo de su esencia, de lo que es, en
el instante en que digo árbol, ya me estoy olvidando de sus compuestos, su
formación, lo que tiene y lo que no, lo estoy clasificando dentro de árboles,
incluyéndolo en una categoría de objetos que entendemos parecidos pero que
puede haber un mundo de uno a otro. Es decir, que al hablarlo, lo delimitamos, lo
limitamos y lo encajamos en nuestro mundo, pierde su sentido, su real para
dotarse del nuestro. Pensemos por ejemplo en eso que he dicho de limitar, y
apliquémoslo a personas, por ejemplo cuando a una persona con una
discapacidad se le llama “minusválido”,
se estaría diciendo que es menos válido, ¿acaso eso es así? , ¿menos válido en
general? Un término más adecuado seguramente sería “discapacitado”, que tiene
una discapacidad, pero que puede ser, en según qué, mucho más válido que otro
que no la tiene, en el mundo laboral actual se puede ver esto, y también ,como
muchas personas que trabajan con ellos dicen, se ve en su capacidad de ser
feliz. Aunque discapacidades tenemos todos, con lo que ese término una vez más,
estaría queriendo nombrar, incluir lo que no es. Pero hablamos como podemos, no
podríamos nombrar todo lo que compete a un árbol o a una persona cada vez que
hablamos, eso es evidente.
Pero aludiendo al título del escrito, la
angustia del nombre esconde algo más oscuro que lo dicho hasta ahora, esconde
lo que soy, lo que es el otro, y dónde estamos colocados en la realidad.
Volviendo al ejemplo anterior, cuando digo discapacitado, estoy diciendo que
otro es discapacitado y que yo no lo soy, yo no pertenezco a esa categoría,
cuando se dice que el otro está enfermo, es psicótico o está loco, uno siente
que se queda “a salvo”, fuera de eso. Dándonos o no cuenta, esto siempre está
operando en la vida cotidiana, en el accidente de Germanwings de hace unos
meses por ejemplo, en seguida muchos se apresuraron a decir que estaba “loco”,
otros que estaba “enfermo”, lo curioso es que hoy en día los psicólogos aún
debatimos sobre qué es la locura… pero la angustia pedía un nombre, una
clasificación, y dejarnos afuera de ella, “claro, lo hizo porque estaba loco”,
esta frase no es inocente, de ella se deriva que el que no está loco no va a
estrellar un avión, osea que quien lo dice no sería capaz de hacerlo ( de esta
forma amortigua el empuje de su propia pulsión de muerte, sus peores deseos
quedan tapados; se escapan sin embargo cuando ve la primera escena de la
película Relatos salvajes, porque aquí de alguna forma se puede identificar con
el personaje que lleva a cabo su venganza, es decir, es aceptado por la
cultura), pero también estaría diciendo que como los locos son un porcentaje
muy bajo de la población total, las probabilidades de que eso pase son ínfimas,
de nuevo me pongo a salvo, esta vez, de la posibilidad de que se estrelle un
avión en el que yo viaje.
Así que como vemos, el hecho de nombrar
entraña más de lo que parece, ya los filósofos antiguos ante la angustia
existencial necesitaron nombrar lo que no alcanzaban a vislumbrar mediante la
empíria, ordenando el universo de forma que lo pudiesen encajar y manejar con
su entendimiento. Y es que el humano, ya sea desde la ciencia, la religión, la
creencia o el delirio se construye a través de lo que puede ir nombrando, de la
palabra, del lenguaje, luchando contra la angustia y la crisis existencial.
Después de esta aproximación, retomaremos el
tema en un próximo escrito pensando esta angustia y esta necesidad de nombrar
aplicándolo al diagnóstico y a los test en la psicología actual y a la forma de
tratar.
Luis Martínez de Prado.
Psicólogo
– Psicoanalista.
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