Quiero empezar mi psicoanálisis

domingo, 27 de marzo de 2016

Escucharse para poder escuchar

         
                                                   "Te escucho, te escuchas"
 

 
          ¿Qué es lo que tiene un psicoanalista que le hace "diferente"? ¿Qué es lo que le autoriza para postularse delante de un paciente, o detrás, para guiarle en la búsqueda de su deseo, o simplificando, para guiarle en la busqueda, o más todavía, para estar ahí? ¿Acaso el analista es superior, menos neurótico, más feliz? Bueno, cualquiera que conozca a más de un psicoanalista se dará cuenta de que no. ¿Cuál es esa habilidad por la que un psicoanalista destaca? La respuesta es la escucha, escucha flotante, escucha desde el inconsciente, escucha de lo que se dice y de lo que no se dice, de los silencios, las miradas, los apretones de manos, las toses, las afonías, etc... 

Fuente: http://www.cuidatusaludemocional.com
          
          Qué habilidad esta, que por supuesto genera rechazo en la cotidianeidad, pero que, de alguna manera, por la posición subjetiva que ocupa en la cultura los demás saben que la tiene y la rechazan como el ateo a Dios: "¡No me psicoanalices eh!", "Que casi no coma no significa que tenga ningún trastorno", "¿Por qué no dices nada, estás pensando que estoy loco?", "Que siempre me pase algo justo antes de acudir a una cita y me impida ir no es nada psicológico, son casualidades, mira aquella vez que..." (y es que el consciente justifica al inconsciente), y el clásico: "Yo no creo en la psicología/psicoanálisis", por supuesto que lo dice sin que le preguntes. De la misma forma que algunos dicen que el ateo es tan religioso como el propio religioso, justamente el que te dice esto suele ser el que más lo necesita, y dice eso porque sabe que hay algo en el fondo de él que está presionando para salir justo cuando tiene delante a alguien que puede detectarlo. Por eso los psicoanalistas siempre decimos que el saber lo tiene el paciente, que es un saber no sabido (reprimido).

          Pero ya nos enseñó Freud hace más de 100 años, aunque algunos no quieran verlo aún, que hay cosas que reprimimos, y para no quemar tanto esta palabra, que las desalojamos, las desplazamos, usamos un circuito psíquico para para que eso de lo que no queremos saber nada quede fuera. Esto lo hacemos porque eso que queremos reprimir duele. Y todos, TODOS, psicoanalistas, científicos, camareros, adolescentes "ni-nis", todos reprimimos lo que no queremos afrontar. Un intento de olvido, necesario, o más bien funcional para seguir para adelante, un intento de olvidar. El problema es que el humano no puede olvidar, puede reprimir sucesos, pero no el afecto, que se conectará a otra representación/pensamiento y tratará de salir todo el tiempo a la superficie. Y aquí empezamos con la repetición de la que tanto habla el psicoanálisis, como siempre digo, hay muchas maneras difíciles de explicarla pero una forma de pensarla es como una máquina que falla todo el tiempo. Lo reprimido intenta salir, pero por un enlace falso, se anuda a lo que no es, intentando descargar, intentando solucionar/reparar el problema que le causa esa perturbación, buscando la homeostasis. Pero como es a través de un enlace falso porque lo que de verdad es sigue reprimido, no se repara nada, la urgencia se vuelve más urgente y el circuito trata de "enganchar" la pieza una y otra vez, pero no engancha. De forma que el drogadicto necesita tomar más y más droga, el abandonado busca parejas que una y otra vez le abandonan mientras reprime que el abandono primordial fue el abandono de la figura materna, pero al estar reprimido esto se la encuentra en cada pareja nueva (todo encuentro es un reencuentro). Para que se entienda este ejemplo: Para proteger a esta figura primordial y no afrontar ese primer abandono se encuentra (porque las busca inconscientemente) parejas "abandonadoras" -que el inconsciente detecta perfectamente y sino no tampoco supone un problema porque las abandona él- que evidentemente le van a dejar y él les va a echar la culpa a ellas, por desplazamiento, mientras le echa la culpa a todas ellas (¿Nos suena no? "Es que todos son unos cabrones", "Es que todas me dejan por ser bueno con ellas", "Es que los hombres siempre piensan en lo mismo". No me canso de repetir la frase de: "Dime lo que encuentras y te diré como lo buscas"), puede seguir "no sabiendo" lo que no quiere saber.

          En cada repetición de esta persona hay un intento de reparación (el circuito psíquico intentando enganchar la pieza), pero, como decía antes, a través de un enlace falso (ellas), de esta forma la protege a "Ella". Pero se reprime el suceso, no el afecto, que sigue penosamente apretando y, como en el caso de la droga, tiene que reiniciar el protocolo de reparación una y otra vez, una y otra vez, una y... Y eso es la repetición.

Fuente: Artelista.
          Evidentemente para la persona del ejemplo anterior es muy doloroso asumir eso que no quiere asumir, sin embargo, de poder hacerlo podría aspirar a renunciar a lo que no tuvo y a poder tener, a partir de lo que no tuvo "algo nuevo", una pareja que no le abandone. Pero para pasar por este "vacío", uno tiene que escucharse y ser escuchado por ese que él pone en el lugar del saber, el analista. Alguien que no esté entrenado en la escucha pensaría: "Pobre, que mala suerte tiene que siempre se encuentra a la más mala". El analista no.

          Volviendo al principio, ¿Qué tiene un psicoanalista que le autoriza a estar ahí? Cada psicoanalista seguramente tendrá una respuesta o varias a esto. Una de las mías -porque otra de las mías sería decir que el analista es el que tiene la valentía de aguantarse la angustia del otro porque previamente se aguantó la suya y se sostuvo en su deseo- es que el que está ahí, previamente tuvo que pasar por escuchar-se eso que no quería, pasó por ese vacío enterándose de cómo funcionaba su circuito de repetición, se preguntó por eso que le pasaba. Ahora, después de cuestionarse lo suyo, se puede preguntar por lo del otro. Como si se tratase de la pastilla que le dan al protagonista de "Matrix", puede ver lo que antes no podía ver, y una vez que lo ve en él lo puede ver en el otro.

          Esto no es ni objetivo, ni medible, ni cuantificable, es atravesar por lo subjetivo que nos hace sujetos humanos, eso que los radicales de la utópica "objetividad" temen. 

          ¿Es el analista menos neurótico, más feliz, más inteligente, sabe más? No, sólo pasó por su análisis y sabe "un poco más" sobre su deseo, de manera que ahora puede guiar al otro en su propia búsqueda y sostenerle en los pasajes oscuros porque a él la oscuridad ya no le paraliza, ya la venció una vez.

Luis Martínez de Prado.
Psicólogo - Psicoanalista.
 Consulta presencial y videconferencia: (+34) 686 77 41 39 - psicodinamika@gmail.com - Usuario Skype: psicodinamika

www.psicodinamika.blogspot.com

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