Quiero empezar mi psicoanálisis

lunes, 25 de abril de 2016

Pulsión de muerte: Una mirada desde Eros.


          

          "El ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia, el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo. <<Homo homini lupus>>." S. Freud: "El malestar en la cultura". Pag. 108. Amorrortu editores).

          Así empieza Freud a explicarnos la pulsión de muerte en: "El malestar en la cultura".Y termina esta cita con la frase de Plauto, que Hobbes recupera, "El hombre es el lobo del hombre." Pero Spinoza corrige esta afirmación diciendo que los lobos no se comen entre sí por lo que más bien "el hombre es el hombre para el hombre", peor que un lobo.

          El escrito anterior empujaba a pensar en la pulsión de muerte para no matarla, (Ver: Matar la pulsión de muerte mata) para no matarnos. En esa frase Spinoza, gran influyente en Freud por cierto, nos está diciendo algo sobre la pulsión de muerte sin nombrarla, nos señala algo del humano que lo diferencia del animal. Es que ningún animal es sádico, entendiendo los animales salvajes (logrados), no los domesticos que ya están marcados por el símbolo del hombre, por lo cultural. En cambio el hombre, sujeto de la civilización, de la cultura es sádico, no es esta la única diferencia, también hace chistes y miente. En definitiva el hombre está atravesado por el lenguaje. El animal habitaría lo real y el hombre lo simbólico.

          Justamente para dejar de ser "animal salvaje" el hombre se junta en grupo y crea el elemento con el que mejor puede malentenderse, el lenguaje. Cuando pasa esto, el hombre pasa a ser sujeto cultural marcado por el símbolo. Se junta en grupo para poder avanzar, pero para poder avanzar en grupo renuncia a una parte de él (por eso enferma, se vuelve neurótico en el mejor de los casos. Ver: ¿Somos todos neuróticos?, ¿Qué es ser neurótico?), a eso a lo que no renuncia el animal, que tiene un camino directo de la necesidad a la satisfacción. El hombre no, el hombre ahora tiene que dar el rodeo de lo simbólico a través del cual negocia con la cultura su satisfacción a través de las vías que ésta dispone. De esta manera tenemos que aprender a satisfacernos a través de las figuras que nos disponen las reglas de esta cultura: las figuras primordiales, los padres o quien haga de ellos, -porque el lugar de padres no viene dado por lo biológico, hay que ganárselo, son lugares de quienes están llamados a responder- quienes abrirán las vías de satisfacción por donde la libido se conectará a través de la pulsión encontrando un objeto. Esto es lo que hace que sintamos placer si nos tocan de determinada manera, que toquemos de determinada manera, que nos tranquilice el sonido del mar, o en otro orden (o desorden) que algunos coman cuando tienen angustia, fumen cuando tienen hambre, se hagan heridas cuando están angustiados o se masturben, droguen o limpien compulsivamente. En todos estos casos se están satisfaciendo. La pulsión no tiene objeto pero lo encuentra y queda fijado y se satisfiará de esa manera que aprendió. No ocurre así con los animales, que nacen con un instinto, con un saber, ellos nacen con el saber de cómo satisfacerse.

          La diferencia entre animales y humanos está entonces en esta dimensión simbólica que nos acoje y nos impide el acceso a lo real y nos hace satisfacernos a través de la conexión: Pulsión - objeto. Por un lado la cultura pone un freno a lo agresivo animal, -si no seríamos animales que buscaríamos la satisfacción directa sin poder construir más allá-  pero por otro, da cabida al reducto de esta agresividad en una pulsión de muerte: una moción inherente al sujeto a destruir, a lo agresivo, a desaparecer todo y a desaparecerse, a morir y a matar. Aunque habría muchas formas de definirla.

          Si pensamos en identificarla la vemos muy fácil operando en la Alemania Nazi, en el niño que tortura insectos, en las torturas, etc... Pero para entenderla tenemos que darle muchas vueltas y localizarla también en los asistentes a una corrida de toros, a un combate de boxeo o a un partido de fútbol como en otros tiempos lo hacían a una lucha a muerte de gladidores. La pulsión de muerte opera en una manifestación donde se toma como objeto enemigo al antidisturbios y también al mismo que toma como objeto al manifestante.  Estos ejemplos hablan de una pulsión de muerte hacia el exterior, pero tiene un camino al interior - como en la compulsión a la repetición, en quien se engancha durante horas a internet o en el ni-ni que duerme todo el día- que vamos a entender analizando el papel de la cultura.

          Una de las funciones de la cultura es frenar esta pulsión de muerte porque la destrucción que puede producir pondría en peligro la cultura misma que es lo que nos sostiene. ¿Cómo lo hace? Aplicando ella la misma moción agresiva. Así lo explica Freud: "La cultura espera prevenir los excesos más groseros de la fuerza bruta arrogándose el derecho de ejercer ella misma una violencia sobre los criminales, pero la ley no alcanza a las exteriorizaciones más cautelosas y refinadas de la agresión humana." S. Freud: "El malestar en la cultura". Pag. 108. Amorrortu editores). Lo consigue produciendo la introyección de un mecanismo en los sujetos de la cultura que activa una vía hacia dentro de la pulsión, es decir, consigue que los propios sujetos se ataquen (se conviertan en el objeto de su pulsión de muerte) si transgreden la norma. Aquí entraríamos a hablar de culpa y de autocastigo. De nuevo Freud: "La agresión es introyectada, interiorizada, pero en verdad reeenviada a su punto de partida; vale decir: vuelta hacia el yo propio. Ahí es recogida por una parte del yo, que se contrapone al resto como superyó y entonces, como <<conciencia moral>>, está pronta a ejercer contra el yo la misma severidad agresiva que el yo habría satisfecho de buena gana en otros individuos, ajenos a él. llamamos << conciencia de culpa>> a la tensión entre el superyó que se ha vuelto severo y el yo que le está sometido. Se exterioriza como necesidad de castigo." S. Freud: "El malestar en la cultura". Pag. 119-120. Amorrortu editores).

          A través de las figuras primordiales se construye el superyó en base al superyó paterno previo reconocimiento de la madre, siendo esto una interpretación de la norma cultural. Se nos inserta en la cultura con la ley incorporada y según el superyó que hayamos introyectado accederemos de una forma u otra. De manera que a algunos no les importa pasar por encima del otro para satisfacerse y otros se fustigan y se hacen heridas cuando sienten culpa. Pues como decía, en este caso el superyó utiliza la pulsión de muerte y toma de objeto al propio sujeto. En la depresión por ejemplo podemos ver como el superyó se ensaña con el sujeto y lo destruye. 

          De esta forma vemos que la pulsión de muerte opera hacia fuera y hacia dentro, lo que se entiende en el sadomasoquismo: sádico hacia fuera, masoquista hacia dentro.

          Estos ejemplos usados para ubicar la pulsión de muerte responden a lo trágico, intencionadamente. Una vez localizada y para no quedarse, como muchos, virados a lo demoniaco es importante que la sigamos buscando en otros ejemplos.

          En el recorrido que Freud fue haciendo por las pulsiones la opuso a Eros (pulsión de vida). Lógico, si la pulsión de muerte destruye, la de vida se abre paso, sobrevive, da vida, etc... Sin embargo en el último Freud se empieza a atisbar lo que luego parece recogido por Lacan, que todas las pulsiones son de muerte, que sólo habría pulsión de muerte. Yo diría entonces que lo que conocíamos por pulsión de vida está incluida en la pulsión de muerte, pero no deja de servir para dar vida. Cuando destruimos la comida al comer, cuando construimos algo, cuando cocinamos, cuando limpiamos, cuando tenemos sexo, cuando nos defendemos, cuando trabajamos o cuando el artista realiza su obra está operando esta pulsión de muerte, que es de vida en este caso, por eso yo no las concibo separadas las concibo como una que según cómo con que objeto conecte puede apuntar a la vida o a la muerte, pero es que la vida está llena de cambios que implican la agresividad, la destrucción y la muerte como en el caso de la comida que destruimos para ser ingerida, o el molde que destruye el artista para crear su obra.

          De la misma forma que comentaba antes que a través de los padres aprehendemos vías de satisfacción, a nivel social la cultura nos ofrece vías "aceptables" para la sublimación de la pulsión de muerte. Ya que es inherente al sujeto y va a encontrar sí o sí un objeto, mejor que sea un objeto que apunte a Eros, a sostener la vida, a permanecer, a sobrevivir. De esta manera el cirujano la sublima operando, el dentista en sus intervenciones, el tatuador tatuando, la matrona trayendo a la vida al bebé, el deportista practicando, el que juega a un videojuego, rueda una película de terror o la mira, etc... de esta forma, como decía en el escrito anterior, me cuesta pensar si alguna vez están separadas Eros y la pulsión de muerte(y entre tantos ejemplos ahora lo difícil parece ser encontrar donde no opera esta pulsión). Para mí, todo está en la vía de sublimación, que puede ser destructiva para la cultura o sostenedora. Negar la pulsión de muerte, rechazar el término por el terror a la palabra como si invocara la propia muerte no hace sino impedir que la cultura disponga vías de sublimación aceptables.

Fuente: https://philosophersforchange.org/2014/03/04/the-economic-unconscious/
          Por eso yo diría que gracias a esta pulsión vivimos y que intentar matarla (negarla, eliminarla) nos mata porque mataría en todo caso a Eros, a lo que nos hace sujetos. Mejor será pensarla y estudiarla por ejemplo en "El malestar en la cultura," porque como decía Spinoza: "Si no quieres repetir el pasado estúdialo". Y yo añadiría estudiarse-explorarse, porque el psicoanálisis sirve justamente para que tu pasado no se convierta en tu futuro.

Luis Martínez de Prado.
Psicólogo - Psicoanalista.


Consulta presencial y videconferencia: (+34) 686 77 41 39 - psicodinamika@gmail.com - Usuario Skype: psicodinamika

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Arte: Taito-nii-san.



          
 






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