Quiero empezar mi psicoanálisis

domingo, 1 de octubre de 2017

Diferencias entre psicoanálisis y otras corrientes de la psicología III: La transferencia

               


               Seguimos con esta serie de escritos sobre estas diferencias (Ver I y II), más allá de que el psicoanálisis no está fuera de la psicología pero sí de las corrientes imperantes.

               Si en el anterior escrito hablábamos del fantasma, eso nos obliga a hablar de la transferencia, ese "vínculo", eso que se crea entre analista y analizante (paciente), que es lo que posibilita la cura junto con otros factores. 

               Frente al rapport, que sería lo más similar pero opuesto que encuentro en la psicología actual  y que se define como una buena relación entre paciente y terapeuta que se consigue "mediante un acuerdo consciente". Es aquí donde desde el psicoanálsis sabemos que somos determinados por el inconsciente. Más allá de establecer o no una buena relación con el analista contamos con que el paciente viene con algo suyo, que es inconsciente, con su fantasma y su repetición. Esa escena simbólica que trata de encontrar en la realidad una y otra vez. Por tanto, toda persona que venga a participar en ella, toda nueva persona que conozca, se ajustará desde el protagonista de ese fantasma a un papel ya dado.

               Como este papel ya viene dado, viene con unos afectos dirigidos al mismo y con un tipo de vínculo con él. O sea que el encuentro será un reencuentro y eso que el paciente lleva dentro lo va a proyectar al analista.

               El analista, puesto generalmente en el lugar de Sujeto Supuesto Saber, va a ser, según a quien se le asocie, ese padre comprensivo o autoritario, ese novio maltratador, esa madre ausente o devoradora, entre innumerables figuras. 

               Es por eso que el analista será neutro, para que justamente se de esa proyección porque es motor de cura. De ahí viene una de las direcciones de la crítica a los psicoanalistas que están metidos en política de forma pública y pierden parte de esa neutralidad. Aunque no haya esa neutralidad la transferencia se puede producir igualmente pero condicionada por esa no-neutralidad. Aunque, ojo, nunca se es del todo neutral.

               Para que se produzca lo que sí es importante es que el sujeto convierta en importante al analista (SSS) al que generalmente le atribuye un saber sobre lo que le pasa. Desde ahí, el sujeto va a empezar a "querer" al analista y esa es la vía de entrada a esa escena fantasmática en forma tal que permita modificar algo ahí (si el sujeto lo decide). Es aquí donde el paciente va a intentar repetir en el analista la escena que inconscientemente le daña y de la que goza, porque el daño es en el yo.

               Es ahí, cuando el analista ya tiene un papel en la escena fantasmática del paciente cuando algo del orden de la repetición va a fallar. El analista, que viene entrenado en su escucha y en su análisis (el palo más imporatnte de su formación en mi opinión), no va a entrar en el circuito de repetición. Es decir, no va a reaccionar como se espera de él y se va a producir lo que sería un cortocircuito en la ensambladura lineal de la repetición.

               Este es un proceso donde se ilustran muchos conceptos de los que iremos hablando en esta serie de escritos: Goce, placer, pulsión, inconsciente, repetición, etc...). Nos encontramos por tanto con pacientes que provocan para ser maltratados, desafían y cuestionan para derrocar al padre - analista, se le exige que lo sepa todo y todo lo pueda en una posición infantil, se le odia y se le quiere, se le reclama una y otra vez, pero...

               Pero el analista no entra a repetir sino que interpreta a partir de lo que el sujeto le está demandando, pero desde su inconsciente, interpreta para poderlo hacer consciente y que el sujeto pueda dejar de repetir. El problema es que viene enganchado en una forma determinada de amor que se construyó mucho antes (Ver: Somos como nos quisieron) y lo va a intentar a toda costa incluso a costa (por eso llegó a consulta) de su propio yo incluso en ocasiones de su propia vida. Así, como la mosca en el cristal se golpeará una y otra vez con esa no-repetición que le proporciona el analista, al que no puede renunciar, porque le quiere, y esto es el acorralamiento que la transferencia le hace al goce, donde el sujeto, no sin dolor, puede llegar a entender que puede ser querido de otra manera, una en el que el goce no conlleve ese daño de afuera, que le permita, si se prefiere esta palabra, ser feliz o por lo menos tener una problemática que responde más a su deseo que a cómo le desearon los otros.

               En definitiva, como decimos siempre, un lugar donde poder ser escuchado diferente, donde encontrarse (su goce), reencontrarse (poder amar, amarse y ser amado diferente), Entendiendo, que vienen condicionados por otros discursos pero que eso no determina lo que pueden ser en el futuro, en el cual pueden dejar de repetir todo eso que les tanto les hacía sufrir pero que no podían renunciar... Es que aún no sabían realmente lo que les pasaba. 

Luís Martínez de Prado.
Psicólogo / Psicoanalista / Formador.


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